Tomad asiento y poneos cómodos!

Hola a todos.
Este blog se creó por una persona que me animó a hacerlo. Me dijo entre otras cosas, que no me guardara nada para mí. Que mis pensamientos los tenía que compartir con el resto del mundo.
Y le hice caso. Creé el blog y de aquí en adelante escribiré todo lo que sienta, lo que vean mis ojos... Lo que mire mi corazón y lo que piense mi mente.
Aquí escribiré sentimientos, pensamientos e impresiones de hechos pasados y presentes. Así que... Bienvenidos seáis. Tomad asiento y poneos cómodos!

jueves, 13 de julio de 2017

El poder de la mente no tiene limites.

 El texto que os cuento a continuación no es mio. No me ha pasado a mí, si no a una amiga muy amiga, de esas que tienes la enorme suerte de tener de cuando eres una niña y a pesar de los años pasados (que ya van siendo bastantes) sabes que siempre va a estar y está "ahí". Esta persona tiene un corazón que no le cabe en el pecho, que tiene el alma limpia... y lo demuestra en cada gesto, en cada palabra, en su quehacer del día a día. Y tengo la grandísima suerte de tenerla en mi vida...

Ahí os dejo su experiencia y sacad vosotros vuestras conclusiones :)








El poder de la mente no tiene limites.
Os voy a contar algo vivído por mí durante la enfermedad de mi padre.

En una de las tantas hospitalizaciones de mi padre, compartimos habitación en el hospital con un señor enfermo de pulmón. Dicho señor era Notario, una familia educadísima y correcta, tenia dos hijos varones, su señora lo cuidaba por el día y los hijos se turnaban por la noche. Todas las noches, sobre todo cuando su hijo el médico lo cuidaba, entraba en una ansiedad y desinquietud exagerada, hasta llegar al límite.
Amapola, Cristina.
Yo veía esto noche tras noche, siempre a la misma hora, sobre las 11 de la noche cuando mas tranquilidad había. Yo pensaba: "Pobre hombre... con el calor que dan esos colchones forrados de plástico, siempre de la misma postura por los goteros y sondas, oxigeno...". Mi padre el pobre me miraba y soltaba un "...uffff" moviendo la cabeza de un lado al otro. No se quejaba por no poder dormir. Sufríamos por escuchar al pobre señor. La cortina que separaba las camas siempre estaba echada y a través de ella, yo veía a su hijo tieso como una vela. Su postura ante lo que le ocurría a su padre era de desespero. Él no podía sacar a su padre de esos trances... Me consta que ponía empeño.
Una de esas noches le dije a mi padre: "voy hacer una de las mías" , cogí el paquete de toallitas húmedas y dije pegando la cara a la cortina: ¡¡¡PERMISOOO!!! El señor tenía cara de pavor, de angustia, de ansiedad... Me presenté y le dije con mas morro que espalda:  "Yo tengo la solución para sus males". Le enseñé el paquete de toallitas y le expliqué que eran mágicas. El hombre quedó mudo. Me senté en la cama y lo traté como hacia con mi padre; lo incorporé abrazándolo y comencé a pasarle esas toallas húmedas por la espalda y yo le decía: "No estoy loca. Verá usted como son mágicas". A todo esto, otra toallita por el cuello, cabeza, brazos... "¿Sabe por qué se encuentra usted mal todas las noches a la misma hora?... Por el calor, el silencio que le deja pensar, y es que no es por darle todavía más dramatismo, pero es inhumano el calor que despide este colchón. Tiene que imaginar que está debajo de un árbol o en una playa". Él sonreía y me daba las gracias una y otra vez. Yo miraba a mi padre y le veía una sonrisa de oreja a oreja.

La paradoja de esta historia es lo que quiero demostrar. La mente es capaz de sumirnos en la más profunda miseria.

P. D.: Se corrió la voz por la planta y pasé a llamarme la de las toallitas mágicas. ¡¡¡Y su mujer me traía de Alicante los mejores "Sequillos" que he comido en mi vida!!!







Texto escrito por Pepa Barrios Barberán.

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